Chau Café

Un día dejé eso que nunca pensaba que dejaría. Siempre me gustó el café, recuerdo tomar café con leche de niña a la vuelta de la iglesia con mi abuelo los Domingos. Lo vivía como una ceremonia, su aroma, la espuma de la leche, el color, la compañía de mi abuelo, ese café me daba muchas cosas, era para mí un momento mágico. 

Crecí tomando café, me casé con una persona que como yo ama el café. Las cafeteras en casa trabajaban mucho y duraban poco. Eran reemplazadas frecuentemente, es más, teníamos una colección de cafeteras, la manual que va en la hornalla, la expreso, la de Nestlé, la rubik, de cerámica, de metal, etc. Ahora mirando atrás me pregunto por qué le dimos tanta importancia. Tuvimos hijos y estos crecieron. En un país donde tomar Coca cola no tiene nada de malo, estos niños no tomaban café, decían que la cafeína es una droga y lo és. Sólo una de ellas toma café y la celebré, por fin, sólo una de 5 me salió cafetera. Con las máquinas que se rompían también pasaron etapas, estaciones, años, algunos mejores que otros, verdades, mentiras, ilusiones y desengaños. Pasó un matrimonio también. 

Pero amaba el café, eso no iba a cambiar, al menos no lo sabía. Un día después de varias personas que me habían dicho que habían dejado el café y sus razones, una de ellas mi madre y su opinión si que  pesa. Vi la cafetera demasiado grande para mi cocina, cuántas jarras habría hecho usándola, para compartir desayunos, cumpleaños y charlas interminables. A mi ex esposo le decía siempre, “preparás el café mejor que yo”, esa taza ese momento, me hacía feliz. Ahora esa misma cafetera lucía como un fantasma, como una casa abandonada, que alguna vez escuchaba las risas de los niños jugando por dentro y por fuera. Ahora ahí en frente de mí la cafetera no me decía nada, éramos dos desconocidas. Valentina está en la universidad y solo viene una vez por semana o menos. Ya el café no me sabe cómo antes, no como lo hacía mi abuelo, no tiene sentido ni magia, mi taza me sabe insípida. La cafetera pesa más por los recuerdos que por su función. Me sentí sola pero clara y ajena a esa máquina, la limpié, envolví y la saqué…. 

Quién lo hubiera dicho, yo que amaba el café.

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One comment

  1. Maria says:

    Hay, Laurita, lo leo y me parece mentira! Qué lindos recuerdos, yo adoraba los café con leche que me preparaba mi papá, o sea tu abuelo. Te felicito por tu decisión, la verdad es que el café no te aporta absolutamente nada. Te quiero y quiero decirte que escribes muy bonito!

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